“CEGADA DE AMOR” de La Cubana

“CEGADA DE AMOR” de La Cubana

La Cubana estrenó el 28 de enero de 1994 el espectáculo “Cégada de amor”, representándose hasta el año 1998. Fue visto por más de un millón de espectadores y tiene el récord de público en el Teatro Tívoli de Barcelona.

El montaje de la compañía de teatro catalana LA CUBANA, propone un viaje, de modo hirónico e imaginativo, al mundo del cine, a través del teatro…o, ¿es al revés? Cine y teatro se dan la mano en esta producción de innegable calidad, y maravillosa innovación en la que los actores traspasan la pantalla… ¡y hasta la cuarta pared!, interactuando con el público y logrando, con la genial comidicidad de la compañía, una historia que satiriza el éxito de los llamados: “niños prodigio españoles”, a través de una interesante reflexión sobre el cine y el teatro.

Argumento:

El espectáculo se basa en la proyección de una película protagonizada por la incombustible “niña-prodigio” Estrellita Verdiales. Es un film al más puro estilo de los años 60. Estrellita, una niña huérfana de 17 años, conoce a un chico francés, un mal estudiante de medicina, en un viaje de estudios a Barcelona y se enamoran. Pasado un tiempo, la “niña”, coincidiendo con su aniversario, visita París. El galante francés, Jean-François le organiza una fiesta ye-ye con canciones y baile. Pero el asunto no termina bien, llega la tragedia: el chico, para gastarle una broma a la muchacha, le regala un pastel de aniversario con una jaula y dos palomas vivas a las que hace revolotear. Una de las palomas se caga con tan mala fortuna que embadurna los ojos de Estrellita. La pobre “niña” se queda ciega. El chico, muy desesperado, jura que estudiará mucho para curar a su querida. Al grito de “¡corten!” se deshace la escena porque no es una película de niña-prodigio, sino que es el rodaje de una película con niña prodigio y el argumento sigue por ese camino.

La niña prodigio es Estrellita Verdiales, una señora que tiene casi 60 años y, mediante tratamientos y disimulos ornamentales, su productor Andréu Marçal la ha ido manteniendo joven ante las cámaras. El que dirige el rodaje es Antonio Valdivieso, un director muy polémico, egocéntrico, del panorama cinematográfico del país y que siempre va acompañado de su madre, Trinidad Gordillo.

Ya con la proyección en marcha, el público empieza a protestar por diversas razones: un señor por el contenido de la película, se queja una señora de que la tocan, gritan unos gamberros… Hay tanto jaleo en la sala que hasta los personajes de la película se empiezan a poner nerviosos y piden al público un poco de respeto. La cosa aumenta y empieza un diálogo desenfrenado entre el público y la película. Se llega a un punto de tensión tan grande entre unos y otros que un personaje de la película traspasa la pantalla y sale en vivo ante los espectadores. A partir de ese momento el espectáculo se divide en varios campos de acción. Los actores de la película entran y salen como si tal cosa de la pantalla y también lo hacen los empleados del teatro (acomodadores, mujeres de la limpieza…) e incluso alguien del público. Se producen cambios constantes de argumento y de escenario. A partir de entonces el guión es una locura, un juego interactivo, donde los problemas de los de dentro -los de la película- y los de fuera -los del teatro- se confunden, creando así otro espectáculo. De tanto toma y daca, al final se quema la película y quedan todos un poco chamuscados. Pero, otra vez gracias a la participación del público, la película puede llegar hasta al final, aunque sin poder discernir fácilmente lo que pasa dentro de lo que pasa fuera.

Siempre nos hemos preguntado por qué el cine, aun siendo más distante, ha vencido en credibilidad al teatro, que por razones de peso tendría que ser, en comparación, más creíble. ¿Por qué el público se emociona más fácilmente viendo una película que yendo a ver una representación teatral? ¿Cómo puede ser, si el teatro y el cine explican las mismas cosas y se inspiran en lo mismo? Los expertos dicen que esto se debe a la “magia del cine”. La Cubana siempre ha pensado que el teatro también posee magia y, lo que es más, goza de la proximidad de los actores. ¿Qué pasaría entonces si pudiéramos fundir la “magia del cine” con la proximidad del teatro? ¿Qué resultaría de esta mezcla? Pues una aventura híbrida cinematográficoteatral.

La Cubana

FICHA ARTÍSTICA:

Autoría: Jordi Milan, Joaquim Oristrell, José Corbacho y Fernando Colomo

Dirección: Jordi Milán

Reparto: Anna Barrachina, Sílvia Aleacar, María José Pérez, Cati Solivellas, David Ramírez, José Corbacho, Jaume Baucis, Santi Millan, Xavier Tena y Jordi Milán

Ayudante de dirección: José Corbacho

Escenografía: Dino Ibáñez

Vestuario: Cristina López

Música: Joan Vives

Coreografía: Leo Quintana

Diseño de iluminación: Jordi Planas

Diseño de sonido: Albert Toda

Producción: La Cubana

«VER OBRA COMPLETA» 

VT